16 de Diciembre 2004

Pequeñas tragedias

Unos veintitantos, en el metro. Alta y delgada, no se puede decir que tuviera mal tipo, pero había en su aspecto algo terriblemente equivocado. Sus cejas tenían una forma extraña de señor spock que ninguna esteticienne en su sano juicio dejaría a una clienta, el pelo rizado y por la cintura pero en una coleta floja y absolutamente pegado al craneo con gomina, nada favorecedor, ropa que por separado podría considerarse bonita pero junta era un desastre y una expresión de animal acorralado. En general su aspecto traía reminiscencias de Betty la Fea.

Recuerdo que cuando la vi pensé que con otra falda mas corta y menos infantil (era vaquera y con bordados), algo de maquillaje, las cejas bien perfiladas y sobre todo otro peinado, ganaría mucho. No tengo nada en contra del desastre estético, yo misma salgo a diario a la calle con el pelo mal peinado y cualquier ropa que encuentre en el armario, pero a la chica se le notaba que quería arreglarse, que le había costado una eternidad conseguir el aspecto que tenía en ese momento. Y por sus maneras, creo que ella tambien se daba cuenta de que no era el adecuado.

Me fijé en ella por ese motivo, y porque estaba sentada delante de mi. Suelo fijarme en mis compañeros de viaje en el metro por la sencilla razón de que no hay nada mejor que hacer en esos casos cuando no traes un libro que leer, creo que no hago mal a nadie con ello.

Vi que sacaba del bolso una libreta y un bolígrafo, con tan mala suerte que éste se le escurrió de los dedos y se le cayó por el hueco entre los asientos. Empezó a meter los dedos en él, intentando empujarlo para sacarlo, sin conseguir ningún resultado. La mujer que se sentaba en el asiento de la lado sacó sin decir una palabra un lapiz de su propio bolso y empezó a hurgar en el hueco intentando empujar el bolígrafo, pero solo consiguió meterlo debajo del asiento y hacerlo desaparecer de la vista. Entonces se guardó su lapiz y se hizo la dormida. Sin una palabra. Ni había ofrecido su ayuda ni sus condolencias por el bolígrafo perdido, simplemente se desentendió, y mientras la chica intentaba otra vez meter los dedos por la ranura. A los pocos segundos sacó la mano y empezó a frotarse los dedos, como si se los hubiera manchado. Estuvo haciendo esto un buen rato; no es que tuviera los dedos manchados, es que se sentía incómoda. Luego sacó del bolso un peine de mango largo y quiso utilizarlo para empujar el bolígrafo, pero también se le escurrió en el hueco, perdiéndolo. Lo intentó un rato más con la mano, disimuladamente, luego se quedó mirando fijamente su bolso, sobre las rodillas. De vez en cuando volvía a meter la mano en el hueco, intentando disimular, y la sacaba. La vi frotarse la punta de la nariz, las mejillas. No creo que llorase de impotencia, pero obviamente se sentía muy mal.

Tambien yo. No creo que se diera cuenta de que estaba mirándola, porque intentaba ser discreta y ella en ningún momento se atrevió a levantar la cabeza. Quizá pensaba que todo el vagón estaba mirándola y despreciándola por su torpeza, no sé. El caso es que aunque el hueco es mínimo el que me conozca sabrá que yo tengo los dedos muy finos, de hecho puedo rebobinar una cassette metiendo el dedo meñique en el agujero y haciéndola girar sobre él, así que cabía la posibilidad de que donde sus manos de chica de casi metro ochenta no cabían cupieran las mías, que mido veinte centímetros menos. Si me hubiera pasado a mi yo no habría parado hasta conseguir sacar ese maldito bolígrafo, mínimo me hubiera agachado para ver bien lo que hacía, pero ella tenía demasiada vergüenza para intentarlo en serio, y tampoco podía olvidarse del tema y dejarlo correr. Y yo me preguntaba cómo hacer para ayudarla sin montar un número y avergonzarla aún más, no podía simplemente levantarme del asiento, arrodillarme a sus pies y empezar a hurgar... Si hubiera estado sentada a mi lado hubiera sido otra cosa, al menos no me hubiera dado por vencida tan pronto como la mujer, o le habría dicho algo a la pobre, o por lo menos no hubiera tenido la poca vergüenza de hacerme la dormida...

Angustia a ambos lados del pasillo.

De hecho ni siquiera estaba segura de que mi ayuda hubiese servido de algo, porque quizá el hueco era estrecho hasta para mí, y tampoco podía verlo bien. Meter la mano por el hueco de mi propio asiento para probar hubiera sido demasiado descarado, no es un movimiento muy natural, se habría dado cuenta de que la observaba y se veía muy claro que ser el centro de atención era algo que la aterraba. Seguramente, de haber tenido un poco menos de miedo al ridículo habría conseguido resultados, porque ni siquiera miraba lo que hacía, tanteaba a ciegas.

La imagen misma de la impotencia.

Llegó a su parada sin conseguir su bolígrafo ni su peine, ni tampoco olvidarse de ellos. Antes de levantarse y coger su bolso metió la mano por última vez en el hueco, luego se fue. Su asiento lo ocupó un chico enorme cuya humanidad me impedía seguir mirando ese maldito hueco, y no tuve más remedio que olvidarlo yo tambien.

Antes de irme, ya que ella no estaba, y por probar si mi ayuda podría haber servido de algo, metí la mano bajo el apoyabrazos, entre los dos asientos. La ranura era demasiado estrecha, no llegué a tocar el fondo. Ni siquiera se veía el susodicho fondo. Puede que desde otro ángulo, o empujando con otro bolígrafo...

Todavía pienso en la pobre chica. No parecía tener una autoestima demasiado resistente. Perder un bolígrafo y un peine de plastico no es nada importante, pero es una manera horriblemente ridícula de empezar el día. Una pequeña tragedia.

Escrito por Aranluc a las 16 de Diciembre 2004 a las 03:19 PM
Comentarios

Clap, clap, clap, olé, olé y olé, peazo entrada. Me ha encantado, en serio.
Yo tb soy muy torpe y cada vez que meto la gamba, me da la impresión que el resto del mundo no tiene otra cosa que hacer que mirarme pensando lo torpe que soy. Eso sí, vergüenza no tengo mucha, así que no me hubiera importado agacharme para buscar el boli y seguir cagándola.
No viene a cuento, pero una frase que estado pensando estos días, por ciertas cosas que me están pasando, es: "A veces, un hombre tiene que hacer lo que tiene que hacer. Cagarla."

Escrito por Veti a las 16 de Diciembre 2004 a las 09:10 PM

yo misma podría haber sido esa chica, aterrorizada por si hago el ridículo, sintiendome observada.Ni hubiera intentado meter los dedos, así de absurda

Escrito por wall57 a las 16 de Diciembre 2004 a las 09:29 PM

Asias, Veti. Por cierto, me gusta esa frase, estoy totalmente de acuerdo con ella. Algunas cosas hay que hacerlas, pase lo que pase. Y del error tambien se aprende, del ridículo, del sufrimiento... de todo. Sobre todo de lo malo. Si se quiere aprender, claro... y si se sabe...

Escrito por Aranluc a las 17 de Diciembre 2004 a las 01:42 AM
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